El País de la Canela
Un Aroma del Ecuador
HIMNO AL ORIENTE ECUATORIANO
El Pacífico empuja la Patria,
del Oriente a las cálidas zonas,
y empujada ella avanza al Atlante,
por el agua del Rio Amazonas
Fue Gonzalo Pizarro el primero
que en canoa, ese barco sin vela,
llevó el alma gloriosa de Quito,
al país donde está la canela.
Y fue el recio Francisco Orellana,
invencible en su náutico empeño,
quien al rey de los ríos del mundo
para siempre hizo río quiteño.
LETRA: REMIGIO ROMERO Y CORDERO
MUSICA: JULIO C, ESPINOSA H.
De Ecuador al Mundo
Considera que LA CANELA es el aroma caracteristico de Ecuador
PAIS DE LA CANELA
En 1536 el Capitán Gonzalo Díaz de Pineda bajó por el río Pastaza al Oriente y llamó a esa desconocida región con el poético nombre de "País de la Canela", por los numerosos árboles de "Ishpingo" que en forma silvestre encontraba a su paso.
Desde ese año hasta 1551 numerosas expediciones se adentraron a los bosques y selvas próximas a las estribaciones del ramal oriental de la cordillera, atraídas por el alto precio que la canela tenía en Europa, al punto que solo podía ser paladeada por reyes y potentados.
En 1551 se erigió el gobierno de los países de la Canela, con amplia jurisdicción, dependiendo de Quito con el nombre de Tenencia de Quijos. Al año siguiente se fundó la ciudad de Quijos sobre el río de ese nombre, que duró muy poco pues en 1558 sus vecinos la abandonaron para formar dos nuevas poblaciones llamadas: Baeza sobre los ríos Mazpa y Bermejo y Mazpa sobre el de su nombre. En 1560 se fundaron tres centros más: Avila, Archidona y Tena sobre los ríos Suno, Misaguallí y Tena, respectivamente, creándose al sur el gobierno de Macas, en una amplia zona boscosa cercana al Corregimiento de la Villa del Villar Don Pardo hoy Riobamba. La capital de la tenencia de Macas era Sevilla de Oro fundada en 1552 sobre el antiguo asiento aborigen de los indios Macas, con poblaciones filiales en la villa de Mendoza sobre el asiento de los Huamboyas y en Logroño sobre el de los jíbaros del río Paute.
La explotación de la canela no llegó a prosperar debido al desconocimiento del cultivo y cuidado de tan raro y delicado Ishpingo o flor de la canela, planta desconocida en Europa, pues solo se producía en el archipiélago de las Especies, donde los portugueses habían fundado colonias comerciales a fines del siglo XV.
La canela de Ceylán, Java, Sumatra y Borneo es de aroma fuerte y agradable cuando está seca y compacta, lo que facilita su molienda y trituración hasta convertirla en polvo, que es lo que se comercia. Era tan caro este polvo de canela que su peso y medida se hacía en balanzas de oro y de alta precisión para evitar desperdicios. En cambio la canela de nuestro Oriente, aunque de aroma superior, adolecía del grave defecto de ser muy húmeda y en ocasiones pegajosa y difícil de conservar debido a las constantes garúas que se producen en las cejas de montañas, por eso su sabor era más bien desagradable.
Hoy se conoce que la canela necesita de abundante sol para evaporar cualquier reserva de líquido que pudiera haber acumulado en el tallo y como en nuestro oriente florecía a la vera de grandes y corpulentos árboles, solo quedaba en "ishpingo babosus" o canela inferior, poco comercial, fácil de descomponer.
Mas la infalible visión comercial del conquistador español muy pronto le indicó que el porvenir del país de la Canela no estaba justamente en dicho vegetal sino en los numerosos lavaderos de oro de los ríos orientales, sobretodo en aquellos que se desprendían de los ramales andinos situados entre el volcán Cotopaxi y la cordillera de los Llanganatis, ricos en este metal, al punto que Manuel Villavicencio, en su "Geografía de la República del Ecuador", publicada en 1858, manifiesta que no cree en la leyenda del tesoro de Atahualpa enterrado por orden de Rumiñahui en los Llanganatis, sino que dicha leyenda se ha originado por las numerosas vetas subterráneas de oro que allí se encuentran y que son tan ricas, que parte de ellas pasan al Oriente en forma de pepitas encerradas en terrenos de aluvión, que arrastran los ríos en las épocas de deshielos. Para probar este aserto Villavicencio manifiesta que mientras más cerca de la cordillera se lava el oro, mayor es el peso y tamaño de las pepitas que se descubren, pues las menores, llamadas "láminas o laminitas", son empujadas por las torrentosas aguas.
Para 1560 existían en Sevilla de Oro y sus alrededores más de treinta reales de minas de oro en plena producción. Quijos y Macas también prosperaban; pero, desde 1589 hubo una gran epidemia de viruela que azotó los territorios de la Audiencia de Quito, diezmando a la población indígena. Solamente en la ciudad de Quito murieron en pocos meses mas de treinta mil personas y al poco tiempo las minas, asientos y ciudades quedaron abandonados. Los indios huían con terror y sin saberlo portaban el mal, contagiando a sus vecinos con Viruelas, enfermedad que por nueva y desconocida en América los exterminaba sin compasión. Para los indios esta dolencia era como un castigo divino y lo atribuían a la presencia de los blancos entre ellos. La idea quedó latente por muchos años hasta que en 1599 hubo otra epidemia y un "pende" o sacerdote – mago, nombrado Quirruba, autodenominado Jefe de la nación Jíbara, atacó a Logroño, incendiándola y pasando a cuchillo a todos sus habitantes hombres y niños, llevándose a las selvas a las mujeres y niñas que jamás volvieron a la civilización, perdiendo familia, patria y Dios, en un solo día.
El tal Quirruba había sido educado en las cercanías de un real asiento de minas de la Tenencia de Macas donde conoció de cerca a los españoles y aún se dice que llegó a estimarlos, pero fiel a la selva de sus mayores, se escapó al bosque y logró unir a los Jíbaros de los ríos Morona y Paute enemigos por tradición y con ellos se dirigió a Mendoza, encontrándola desierta, pues sus vecinos habían marchado dos días antes, avisados por los Macas y Huamboyas que jugaban a dos aguas y aunque estaban de acuerdo con Quirruba servían de guías y proveedores a los españoles.
Quirruba destruyó Mendoza, dejando solo las construcciones de piedra que no pudo demoler. Enseguida se dirigió a Sevilla de Oro donde fue rechazado por el vecindario, pero una semana después volvió a la andadas cuando ya había sido abandonada y entonces la destruyó. Hoy se yergue sobre ese sitio la población de Macas, capital de provincia y ciudad próspera en nuestro Oriente, pero el gobierno del país de la Canela no volvió a surgir, perdiéndose tan importante esfuerzo civilizador.